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Orgasmo y sexualidad femenina
Textos de acceso libre
Orgasmo y sexualidad femenina.
Lic. Lidia Deutsch
lidiadeutsch@hotmail.com

Buenos Aires, 4 de diciembre de 2020.

La desigualdad en la obtención del goce entre hombres y mujeres es muy notoria y profunda. Esto nos lleva a interrogarnos sobre los motivos. Son muchos y su construcción se ha dado a través de la historia.

La mayoría de las terminaciones nerviosas que median en el orgasmo femenino están en el clítoris, cerca de 8.000. Y comúnmente el tiempo que se necesita para su excitación es mayor que el que requiere el pene, que tiene similar número. Homologo y equiparo el pene al clítoris como canal de conducción de sensaciones nerviosas placenteras.

El orgasmo femenino no cumple aparentemente ninguna función fisiológica. Es un regalo de la humanización. Con la palabra y la cultura llegó la posibilidad del orgasmo. En el género animal, en las hembras, no se observa orgasmo tal cual se presenta en la hembra humana. En las hembras de los grandes simios hay excitación y pueden experimentar el orgasmo, pero solo bajo condiciones de laboratorio y excepcionalmente en su vida real.

La variable tiempo, importante para conseguir la excitación que conduce al orgasmo femenino, a veces se da con la masturbación o con un compañero/a paciente que ayude a transitar los estamentos necesarios. El respeto a la mujer es su variable más necesaria.

Los hombres y las mujeres son muy distintos ante el orgasmo. Los hombres llegan casi siempre a obtenerlo, mientras que -según estudios publicados- en las mujeres solo lo obtiene habitualmente un 30%, ocasionalmente un 40% y otro 30% nunca o casi nunca. ¡Qué diferencia entre hombres y mujeres! Se han superado obstáculos, generalizado las técnicas de contraconcepción y hay más libertad sexual pero, aun así, la desigualdad sigue.

Partimos de la base de que no se copula en el género humano para la procreación. ¿Cuándo pasamos del sexo útil al hedonista? El placer es un refinamiento de la evolución, recién en los mamíferos aparece la búsqueda del placer por el placer mismo y su gran representante, la masturbación, así lo representa. Hay que esperar hasta los grandes simios para ver que ha desaparecido todo automatismo, los aprendizajes son obligatorios y la receptividad de las hembras es permanente.

Podemos ver que, en la cadena de la vida, la sexualidad está afuera del propósito de la reproducción, está al servicio del goce y de la construcción de relaciones sociales. Entre la excitación animal y la vivencia subjetiva, hace falta el lenguaje y el fantasma, la fantasía, hecha de lenguaje.

No sabemos casi nada sobre el orgasmo animal y la mayoría de lo que sabemos es sobre los machos. Ese vendaval que es el orgasmo en la mujer es propio del género humano y está asociado a la humanización, es decir a la palabra, a la presencia de la cultura como hecho de la palabra, al tiempo que se permanece bajo el influjo de las fantasías. De ahí la importancia del tiempo. Y si a veces no es necesario es porque las fantasías fueron previas.

Reitero que el orgasmo de las hembras es humano. Pero hay una experiencia en ratas, en 1950, que excitadas en el área septal cerebral obtenían placer. Habiendo aprendido como activar la palanca, repetían y repetían ese orgasmo, hasta morir. Quedará como incógnita. No tienen la electricidad a su alcance.

Del orgasmo en la prehistoria no tenemos rastros. Lo que vemos son pinturas rupestres de 30.000 años. Con vulvas y senos, en la época de los recolectores cazadores. Es con la sedentarización, con la agricultura, que comienza la representación fálica. El clítoris, con la bipedestación retrocedió anatómicamente y puede pasar desapercibido, alejándose de la vagina y los movimientos de penetración casi no lo estimulan.

Si existía en las hembras de esa época, no lo sabemos pero notoriamente existe en el género humano, por el desarrollo de la función erótica y fantasmática. Esto es la libido. Que va del romanticismo a la pornografía. La hominización coincide con la llegada de la plena posibilidad del orgasmo. El lenguaje y una cultura favorable le permiten a la hembra humana ir a ese encuentro. Y el orgasmo femenino es uno de los lados más salvajes de la experiencia humana.

En la evolución intrauterina del aparato genital, el principio es común para los dos sexos; luego, el tubérculo genital se convierte en pene o en clítoris. El homólogo del pene es el clítoris, no la vagina.

Una buena pregunta es: ¿para qué sirve el orgasmo? Evidentemente no para la procreación. Y otra buena pregunta es: ¿qué se necesita para tenerlo? Una buena respuesta es una buena compañía o estimulación sexual, paciencia, sensibilidad, inteligencia y empatía. El orgasmo femenino, aunque asentado sobre reacciones fisiológicas ya presentes en los animales, va acompañado de una vivencia subjetiva que ningún animal presenta.

Muchas culturas desalientan la experiencia del deseo femenino, valorizando la pasividad o, peor aún, culpabilizando al deseo y al placer. Lo contrario también es cierto: bajo una aparente liberalización se practica un sexo al servicio del otro, del macho, se juega al balero.

En África, el 30% de las mujeres sufre mutilación sexual; aparece entonces el desmoronamiento de la capacidad orgásmica. En Sudán, de 3.000 mujeres, el 84 % no había tenido nunca un orgasmo. Y si nos preguntamos por el orgasmo en la cultura occidental vemos que el acto sexual está mancillado, considerado como pecado. En el cristianismo, al sexo se lo veía tan descarnado que se creía que cuando se copulaba era necesario despersonalizarse y pensar en otra cosa y el acto sexual era vergonzoso, asqueroso, degradante y sucio. Y había que arrepentirse, ser ascético y flagelarse. No quedaba lugar para buscar con paciencia y deseo el orgasmo de la mujer.

Freud es un genial teórico clínico de los efectos de la sexualidad y su represión en la conducta neurótica del ser atravesado por el inconsciente, es decir, del ser hablado producto de la palabra. Es un gran teorizador y clínico de las nefastas consecuencias de la humanización al entender la desnaturalización en el ser que habla y es hablado. Para Freud somos sujetos de una historia, de silencios que tienen estructura de palabras y quedamos marcados, escritos a sangre y fuego. La palabra nos escribe la carne, los sentimientos, nos dibuja el inconsciente.

Pero en 1925 los conocimientos del rol de la vulva y el clítoris eran muy incipientes. Tuvieron que transcurrir décadas hasta que, por estudios anatomofisiológicos, se descubrieran la equivalente inervación del pene y del clítoris. Para Freud, tener un orgasmo clitoridiano era un bloqueo en la etapa infantil. Y así, lamentablemente, de la mano del liberador de ataduras arcaicas, se recondujo hacia una concepción masculinizante el criterio sobre la sexualidad femenina. Aun hoy el modelo de orgasmo vaginal con orgasmo masculino simultáneo, hace estragos. El problema de la frigidez quedó en el campo de la psicología y no de la formación e información.

Este texto aboga por la gran difusión de información. Por supuesto, hay problemas irreductibles de disfunción sexual atribuida a las neurosis. Para eso estamos los psicólogos. La difusión y aprendizaje de la posibilidad orgásmica de las mujeres sería de gran provecho.

La libertad sexual y el goce prometido hablan de muchas otras libertades que no están permitidas para el género humano. Hablar del goce femenino, en concreto del orgasmo femenino, es una forma de hablar de libertad.

Bibliografía.

  • Bataille, Georg: Las Lágrimas del Eros, Tusquets, Barcelona, 1981.
  • Colette, Soler: La Maldición Sobre El Sexo, Intercarteles del Litoral EOL, Argentina, 1996.
  • De Waal, Frans: El Mono que Llevamos Adentro, Tusquets, Barcelona, 2007.
  • Freud, Sigmund: “Algunas Consecuencias Psíquicas de la Diferencia Sexual Anatómica”, en Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1968.
  • Mead, Margaret: Adolescencia y Cultura en Samoa, Laua, Barcelona, 1981.
  • Perrier, Francois y Granoff, Vladimir: El Problema de la Perversión en la Mujer, Grijalbo, Barcelona, 1980.

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