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Polémicas - El psicoanálisis hoy
La vigencia del malestar
Amilcar Moretti - Columnista del diario El Día, de la ciudad de La Plata (Argentina)

Hace décadas circulan profecías apocalípticas, milenaristas. Desaparecen la novela, el cine y hasta el arte. Se ha vuelto a la carga contra Freud y el psicoanálisis, algo cíclico actualizado por la inexorable –e inquietante- revolución tecnológico-científica, nueva forma del antiguo mecanicismo positivista siglo XIX, hoy desde la neurobiología y la genética. Es la conocida antinomia entre el radicalismo freudiano, de raíz europeísta latina y judía (cuna de la civilización occidental), y el pragmatismo utilitarista eficientista sajón-americano. La ofensiva contra Freud se repone porque su pensamiento goza de buena salud, está vigente y, sobre todo, molesta, incomoda. Lo anacrónico y en desuso, confinados al pasado, no suelen interferir en los debates centrales del presente. No todos los psicoanalistas son freudianos, al menos puros, pero todos remiten a la fuente originaria. Los psicólogos o psicoterapeutas de toda escuela, en cualquier caso, sí ejercen otras formaciones, según cultura y sociedad. En China o la India (2.500 millones de personas) no hay mucho desarrollo de lo freudiano, sí del budismo o hinduismo, y eso parece servir allí. A nadie inquieta tal cosa. Las feministas más extremas, en USA, en cambio también cuestionan al pensador vienés, pero por "machista".

El psicoanálisis no es sólo una clínica terapéutica, es un método de conocimiento y un concepto del hombre y del mundo, una filosofía, no una teología. Es rústico reclamar prueba "científica" del inconsciente y de la sexualidad como fuerza vital humana. Es como exigir prueba de laboratorio del diálogo socrático, las esencias e ideas platónicas, el nóumeno kantiano, la dialéctica hegeliana o "dasein" ("ser ahí") heideggeriano. No hay tal cosa, y esos conceptos no son menos verdaderos como base del pensamiento occidental. La propuesta de Freud, basada en la experiencia clínica, es de cambio radical y no adaptativa, como las "terapias rápidas". Una de sus novedades es que requiere la decisión de "cambiar" por parte del sufriente neurótico. Lo freudiano no funciona "obligado". El pensamiento de Freud todavía perturba porque subsiste irresuelto un malestar cultural de base, que aquel revela. Es el mal neurótico de la cultura, notorio desde la primera Revolución Industrial. La clínica psicoanalítica revisa y está atenta a los síntomas nuevos. La genética y las neurociencias, fabulosas, parecen en riesgo de manipulación eugenésica. Además, no hay pastilla contra la angustia ni gen del conflicto neurótico. El psicoanálisis busca cambiar la miseria humana por angustia humana, ordinaria y tolerable. Esa misma angustia que reconoce al hombre como sujeto y no máquina.

 
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