En primer término señalaré la vigencia –definitiva- de lo que entiendo por acontecer freudiano. Un acontecer que resulta de la convergencia del talento de Freud y su interés por lo inconsciente, con algunas circunstancias personales, en especial la muerte de su padre. Apoyado en lo que los sueños, propios y ajenos, le dictaban, emprendió la elaboración de ese duelo. Sófocles, le había dado las claves para desentrañar esta producción onírica marcadamente edípica.

Lo inconsciente –con artículo neutro- era hasta entonces, el estatuto de este continente tan visitado por Freud, y sus histéricas. En ese interés por lo onírico fundó su autoanálisis, base de La Interpretación de los Sueños, y me importa destacar, de la transferencia intertópica de inconsciente a conciencia. Se diría una transferencia con él y en el mismo. Freud alude a ella señalando el obstáculo: "Repetir para no recordar".

Él dijo autoanálisis; propongo propio análisis, pero justifico su elección autoerótica, pues fue oportunidad personal para ubicar la trascendencia de la sexualidad infantil en la cultura humana. Ese propio/autoanálisis fragmentó el sentido del repetir que no recuerda. Así accedió al material para construir los primeros ladrillos metapsíquicos; el complejo de edipo el más notorio. Curioso y corsario este saber, hizo de lo inconsciente el inconsciente freudiano; en realidad con el apellido de quien, siguiendo sus pasos, fundó -como reflejo de su inconsciente- propio campo metapsicológico.

Saber a consciencia pura, pues siendo conciencia síntoma, orbital y dependiente, apunta a metaforizar metonimias, haciendo más permeable el inconsciente. De éste ida y vuelta -lo inconsciente, metapsicología, el inconsciente- resultó el psicoanálisis; algo más que una técnica terapéutica y un saber "saber más allá", sino instancia constitutiva del sujeto, al menos en una cultura donde este acontecer tiene vigencia.

Cualquiera sea su nombre a futuro, el psicoanálisis se ubica -en los oficios de la palabra- entre la filosofía y la epistemología. Los otros oficios, quizás sólo estilos personales, son la mitología y su obligado narrador épico. Ante ellos surgen los incrédulos, camino a sabios pre-filosóficos. Sostuvieron con pasión el pensamiento racional en franca controversia con los excesos mitológicos y épicos. De éste debate milenario la mitología advino mística y la épica se abrió a la poética y a todas las artes.

Pero en esta controversia –insisto en los efectos de la pasión- los incrédulos advinieron filósofos. Antes fueron hábiles inventores de técnicas para alivio de trabajos cotidianos; también el de la guerra. Así nació la tecnología, origen del saber epistémico. La política y la economía, junto al psicoanálisis- también oficios de la palabra-, tiene poco más de un siglo. El acontecer freudiano, culminación de ese debate, hace centro en la transferencia intertópica. Esto es esencial cuando, por fuera de la neurosis de transferencia, se intenta -es mi experiencia- el abordaje clínico psicoanalítico de la numerosidad social, aquella donde cada sujeto lo es de ese acontecer. Pero esta ya es otra historia que trasciende este bosquejo.