Lo que se intentará en este seminario, es cernir el modo singular
en que irrumpe -para el que llega a la consulta, sea esta
institucional o privada- lo que se ha denominado urgencia
subjetiva; modalidad temporal que corresponde a la emergencia o
a la inserción de un traumatismo, como señala J. A. Miller en la
clase inaugural de su curso 2006-7 (Ornicar? Digital 298). De ella
resulta un anudamiento peculiar, entre la emergencia de un real -el
cuerpo- y el inconsciente -del que se soporta un sujeto- que es
necesario situar cada vez.
El psicoanálisis debe su invención al genio de S. Freud, que hace
del síntoma histérico un híbrido; un montaje en donde el cuerpo no
es el de la anatomía, pero sí se corresponde con metáforas del
lenguaje cotidiano que dicen del cuerpo y donde ese decir -que
depende siempre de la historia singular- resuena en la parte
produciendo extraños efectos o inhibiendo las funciones más vitales.
La complacencia somática es una condición necesaria pero no
suficiente para Freud, ya que no permite dar cuenta del síntoma
histérico, punto de quiebre donde el saber médico ha fracasado.
La histeria y su síntoma se constituyen en paradigma organizador
que permiten una lectura de la experiencia analítica, al mismo
tiempo que la producción de efectos sobre esa misma experiencia.
Lo que hemos llamado "paradigma organizador" dice de la condición
de posibilidad de la experiencia analítica como tal, ya que la
histeria es el nombre del lazo al Otro que hizo posible el
inconsciente freudiano.
Sin embargo, lo que está en juego en cada dispositivo de consulta
y tratamiento (CPCT) no es el inconsciente transferencial sino la
posibilidad de llegar a un momento de concluir, a partir de la vía
de la prisa que abre el instante de ver: el del encuentro
traumático.
De la urgencia subjetiva que implica la modalidad temporal del
advenimiento o la inserción del trauma al encuentro con un analista,
la maniobra es cernir lo que ha emergido: el inconsciente real como
irrupción de lo real sin ley.
Y lo real sin ley, lo disruptivo, encuentra en la alucinación un
correlato. En la enseñanza de J. Lacan, ese modo errático que el
hombre de los lobos ilustra -con la alucinación del dedo cortado-
encuentra en la psicosis el referente donde otro aparato de síntoma
-que no es el Nombre del Padre- permite mantener juntos Real,
Simbólico e Imaginario.
La hegemonía de la clínica del trastorno, tal como se establece
en el DSMIV y en el CIE10, ubica el real en juego como un real
biológico y no traumático. El síntoma como trastorno pasa a
transformarse en una ruptura de la homeostasis -por déficit o por
exceso- a nivel del organismo, que el fármaco permite restituir.
El aplanamiento operado sobre el bricolage que constituía el
síntoma, borra su singular relieve y el ser hablante enmudece. A
partir del modelo estímulo-respuesta se intenta recrear el estrés
post-traumático. La noción de resiliencia -que permite
la supervivencia en las condiciones más adversas- es investigada y
extendida en campos disciplinarios muy diversos, como el que ilustra
el artículo "Stress and Resilience: Implications for Depression and
Anxiety", de la revista digital Medscape que pondremos al
trabajo.
La neuro-tecnología propaga -en los lugares donde se teje la
subjetividad- que a nivel molécula neurotransmisor, no hay culpa ni
goce ni nada más que saber fuera del laboratorio.
Este paradigma permite entender aquello que de la ciencia ha
modificado la ética y "qué ha caminado en las profundidades del
gusto para que la vía abierta por Freud sea impracticable". Estamos
tomando el texto de J.Lacan, "Kant con Sade" en donde señala: "En
cambio consideramos que el tocador sadiano se iguala a aquellos
lugares de los que las escuelas de la filosofía antigua tomaron sus
nombres: Academia, Liceo, Stoa. Aquí como allá se prepara la
ciencia rectificando la posición de la ética. En esto, sí, se opera
un despejamiento que debe caminar cien años en las profundidades del
gusto para que la vía de Freud sea practicable. Cuenten otros
sesenta más para que se diga por qué todo eso."
Nuestro libro Los husos de la subjetividad, de Grama
Ediciones, se interroga sobre este punto. |