El tratamiento de las toxicomanías ha despertado grandes controversias que generaron en el transcurso del siglo XX distintos tipos de abordajes, paliativos y terapéuticos, provenientes principalmente de la psiquiatría, la psicología, la sociología y otras ciencias, las que trataron de dar respuestas a un tema que se va convirtiendo cada vez más en un asunto de la sociedad en su conjunto.
El placer adjudicado a las drogas ha llevado a una banalización de lo que es la dependencia. Las iniciativas relacionadas con prohibir a alguien la droga vía su aislamiento o la "reducción de daños", que apunta a prevenir el HIV, la hepatitis y otras enfermedades contagiosas llevan, por sí solas, más que a una pregunta sobre las adicciones, a una estabilización de la dependencia. La droga se convierte en la mercancía por excelencia, mercancía que no requiere de una publicidad explícita como los otros productos de consumo. Se trata de una automedicación para modificar la sensibilidad del cuerpo. La neurofarmacología hace pensar que las drogas tienen efectos similares a los que ocasionan los elementos naturales que actúan en las células cerebrales para regular los estados de ánimo. Se promueve al Prozac como una "cocaína ideal", pese a las actuales controversias respecto a los beneficios de su utilización. El incremento en el uso de antidepresivos hace exigible a los laboratorios advertir sobre el riesgo de suicidio al que puede conducir este tipo de sustancias. Debemos recordar que el pasaje al acto suicida se produce generalmente en momentos de manía, no de melancolía. [1]
Muchas técnicas se sostienen en el apuro, y recordamos a Freud cuando advierte: "Entonces el tiempo que lleva ese trabajo no es calculable previamente y mucho menos abreviable. Más aún, se puede pensar que cada vez que un analista se apura por quitar los obstáculos del camino, pone en riesgo a la cura misma. Y que ese apuro surge en el lugar en que el analista puede, en lugar de hacer, detenerse e interrogar su apuro.…". "El médico no tiene más que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado pero tampoco apurado. Esto es lo que distingue al tratamiento analítico del influjo sugestivo"… Agregará con respecto a algunos obstáculos, dos:
* El destino: Competir con la suerte mediante crueles intervenciones activas que buscan una vacuna, negando la contingencia del azar, dichoso o desgraciado y querer convertirse en dueño del porvenir.
* La pulsión de muerte: mortificando la pasión de curar. [2]
Al investigar lo escrito sobre el tema de la reducción de daños o sobre el abstencionismo, lo confrontamos con el psicoanálisis, en tanto el enfoque del psicoanálisis adquiere un lugar privilegiado, porque guardando la tarea a emprender una íntima vinculación con su método, aporta además la posibilidad de concebir la toxicomanía no como un observable fáctico, sino como una forma de captura del objeto en el entramado subjetivo.
No basta con aplastar el concepto de "reducción de daños" con el sintagma lacaniano de "acotar el goce" ni reproducir la antinomia conservadorismo (retrógrado) vs. progresismo. [3]
Si se da crédito a la afirmación de que la toxicomanía de nuestros días no es una formación ajena a lo que de ella se diga y de lo que con ella se haga, la implementación de nuevos programas necesariamente repercutirán en su manera de presentarse y requiere una profunda indagación: a) sobre qué es lo que se pone en juego en el centro de la ligazón excluyente del llamado toxicómano con la sustancia, b) como hacer interactuar desde una posición clínico- ética – la pregunta por la concepción del placer- responsabilidad del sujeto, en estas nuevas técnicas de reducción de daño.
Notas
1- Ver: El suicidio melancolico en la obra de Lacan. Psicoanálisis y el hospital, 20 (2001)
2- Freud .Capítulo IV de Análisis terminable e interminable.
3- Esto último requiere de la salvedad a realizar respecto de lo que es lo que el progresismo conlleva y que movió a Jacques Lacan, en el marco de su seminario sobre la ética del psicoanálisis, a afirmar que "Freud no era progresista". Lo cual lejos de ser una imputación a Freud respecto de una presunta orientación retrógada, sí lo era al progresismo. (David Warjach, en: No se conocía coca ni morfina. Configuraciones toxicómanas. Grama 2003) |