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Polémicas - El psicoanálisis hoy
Mikkel Borch-Jacobsen
Eduardo Keegan

La polémica sobre el psicoanálisis que despertara el reportaje de La Nación a Mikkel Borch-Jacobsen tiene ya muchos años de existencia en el exterior, y está bastante zanjada. Uno de los signos de la decadencia argentina es el atraso con el que llegan algunos debates, en una tierra que supo ser de vanguardia intelectual.

En primer lugar, ninguna persona que tenga formación en historia del psicoanálisis puede sorprenderse mucho con lo expuesto por Borch-Jacobsen. Hay tantos historiadores profesionales que han mostrado la manipulación de datos por partes de figuras prominentes del psicoanálisis que esto se considera un hecho probado. Estos ocultamientos y tergiversaciones han estado generalmente motivados por la idea de defender una causa justa que no podía exponerse al descrédito y al trato injusto que, se descontaba, le propinarían sus adversarios, a los que se suponía movidos por oscuros y malévolos intereses.

¿Por qué tanta sorpresa entonces? Es que la mayoría de las personas que se dedican al psicoanálisis desconocen por completo la tarea de estos investigadores. Los psicoanalistas tienden a creer a pies juntillas la "leyenda psicoanalítica", término acuñado por Frank Sulloway en su libro Freud. Biologist of the Mind, publicado originariamente en 1979. La leyenda es el conjunto de creencias históricas falsas sobre la génesis y desarrollo del psicoanálisis, muchas de las cuales se originan en la Autobiografía de Freud. Según la leyenda, por ejemplo, Freud defendió la etiología sexual de las neurosis en contra de la opinión de sus contemporáneos. La verdad histórica está muy lejos de esto: mucha gente pensaba lo mismo en esa época, en particular Josef Breuer. Sulloway menciona 50 referencias a la etiología sexual de las neurosis en la obra de Breuer.

Los psicoanalistas tienden a tener una visión heroica de su propia disciplina. Uno de los motivos de la popularidad del psicoanálisis es que le da a sus cultores la sensación de participar en una empresa humana muy elevada, en contra de enemigos poderosos y opresivos. Hace pocas semanas una modesta revista de distribución gratuita en Buenos Aires hablaba de una conspiración entre las neurociencias y los terapeutas gestalticos, sistémicos, cognitivos y demás en contra del psicoanálisis. Era el Imperio (así decía) contra el psicoanálisis.

Y todo porque un informe comisionado por una entidad pública francesa mostró lo que sabemos desde hace tiempo: que los tratamientos psicoanalíticos están muy poco investigados, y que al día de la fecha son pocas las intervenciones psicoanalíticas que han logrado demostrar su eficacia de modo razonablemente objetivo. Más aún, hasta el día de la fecha no conozco de la existencia de ningún tratamiento psicoanalítico o psicodinámico que haya demostrado superioridad en eficacia o en eficiencia respecto de un tratamiento cognitivo. La pretendida superioridad terapéutica del psicoanálisis no está basada en ningún dato empírico.

Hace alrededor de un mes participé en un foro de psicoanalistas lacanianos. Allí, uno de los integrantes de la mesa de debate describía el tratamiento conductual de fobia a las arañas. Con tono de sorna, comentaba cada uno de los pasos de la intervención. Lo interesante del caso es que ese tipo de tratamientos existen desde hace unos cuarenta años. Más aún, ningún otro tratamiento psicológico o químico ha podido demostrar mejores resultados.

La sorpresa de este colega sólo puede explicarse sobre la base de un gran desconocimiento de la psicología clínica contemporánea.

En la Argentina es común que las personas que practican el psicoanálisis desconozcan prácticamente por completo otras formas de psicoterapia que están muy desarrolladas en los países más avanzados. Leen sólo sus propias publicaciones y sólo acuden a sus propias reuniones científicas. Por consiguiente, sólo están expuestos a sus propias ideas y, como es de esperar, estas no cambian demasiado.

¿Desaparecerá el psicoanálisis? En realidad, todas las teorías, grandes o pequeñas, terminan por desaparecer. Cuando son exitosas desaparecen porque son integradas al cuerpo general del conocimiento establecido, como ocurrió con la Gestalttheorie. Cuando no lo son, caen en el olvido y son reemplazadas por nuevas teorías.

En el psicoanálisis hay un poco de las dos cosas, como era de esperar. La psicoterapia moderna se constituyó como tal sobre la base de las contribuciones de Freud y de Janet (otra víctima del desconocimiento histórico de los profesionales de la salud mental). Los llamados factores comunes de la psicoterapia (la relación terapéutica, el contexto de tratamiento, la regulación de los encuentros, la expectativa de mejoría, las características de pacientes y terapeutas) se fueron perfilando y teorizando con el desarrollo del psicoanálisis.

Esta es, sin duda, la gran contribución histórica del paradigma. Su legado negativo es el desinterés en la investigación empírica, que demoró durante décadas el avance de la psicoterapia en general y del psicoanálisis en particular.

El psicoanálisis despertó un enorme interés por conocer el comportamiento humano, creando las condiciones sociales favorables al desarrollos de teorías y tratamientos psicológicos. Pero también generó expectativas exageradas para estos tratamientos; al producirse el desencanto, dio lugar a un movimiento pendular en favor del uso de fármacos para el tratamiento de las patología mentales.

Como teoría, el psicoanálisis ha introducido algunas ideas originales, pero sigue sin contar, en la mayoría de los casos, con algún grado razonable de apoyo en los datos empíricos. No todo el psicoanálisis, sin embargo, comparte este pecado. La teoría del apego de John Bowlby es una excepción notable.

En cuanto a la desaparición del psicoanálisis, el artículo de Borch-Jacobsen es un poco contradictorio. Si, como afirma el autor, el psicoanálisis es un cáscara que puede llenarse con nuevos contenidos todo el tiempo, como se ha dicho del movimiento peronista argentino, entonces es difícil pensar que vaya a desaparecer fácilmente.

En cambio, resulta evidente que en el mundo ya no es la opción terapéutica más frecuente, con la excepción de países como Francia y Argentina. Y hasta en estos dos países cada día hay más interés en otras alternativas terapéuticas.

Personalmente, yo no creo que desaparezca, sino que se va a tornar cada día más irrelevante. En Buenos Aires –y probablemente en toda gran ciudad- siguen existiendo cultores de paradigmas y terapias psicológicas ya caídas en el desuso y el olvido para la comunidad científica internacional. En la Argentina se puede palpar un cambio sustantivo en las instituciones asistenciales de peso, que van dejando de lado los tratamientos psicoanalíticos en favor de otras alternativas terapéuticas.

 
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